¿Cuándo sirve la improvisación?
Escribimos este post porque cada vez que hablamos de improvisar vemos los globitos mentales que le surgen a nuestros clientes. Es como una voz interna que se resiste a admitir siquiera la posibilidad de improvisar.
Es comprensible: improvisar se toma como salir al paso con cualquier cosa. Suena como sinónimo de “soy vago y no hice mi tarea”.
Nuestra convicción parte de un lugar un tanto diferente: la improvisación sirve cuando además de lo que previste para una situación se requiere de algo más. Es solo es que ese “algo más” no siempre está claro.
Alguna vez te habrá pasado que tu plan mental se queda corto ante lo que una situación específica requiere. Puede ser que salió mal (algo falló) o puede ser que, por el contrario, salió demasiado bien. El caso es que justo en ese momento necesitas algo más. Algo que no previste.
Es ahí donde sirve la improvisación: en esa distancia (a veces positiva, a veces no tanto) donde tu idea previa requiere adaptarse a una situación que la supera. No es que no planeaste, o que te dejaste llevar por la desorganización. No. Es lo contrario: tu idea previa requiere ser adaptada, impulsada, activada, ampliada a otro nivel.