Síndrome del impostor e Improvisación
Ahora estás ahí: en la empresa que soñaste, en el proyecto que anhelaste durante años, haciendo parte de la compañía de teatro que seguiste desde la adolescencia. “Lo has logrado”, te dicen aquí y allá. Sin embargo, en la penumbra, se alza una sospecha. Es tu propia voz diciéndote “No vas a ser capaz, se van a enterar de que realmente no eres taaan bueno/a”. Algunos lo llaman el síndrome del impostor y es más frecuente de lo que quisiéramos admitir. En esta entrada te vamos a mostrar cómo la improvisación puede ayudarte a tomar partido de este famoso síndrome.
Sí: la improvisación tiene muchas cosas para proponerte cuando te visita el impostor a decirte al oído: “Tarde o temprano (y seguramente será temprano) van a descubrir que no eres capaz”. De hecho, lo mejor de la improvisación para la vida es que si te adentras en ella, si la abrazas y la haces una posibilidad, las fibras de las que se alimenta el impostor quedan relegadas, como en un segundo plano.
Hablemos primero de eso, de la improvisación para la vida como una forma de prevenir el síndrome del impostor: ¿Por qué la improvisación aleja al impostor? La respuesta es bastante simple: porque la improvisación fortalece tu confianza.
Pero supongamos que hasta ahora te enteras de que existe la improvisación. Bueno, nos referimos a lo que SÍ es improvisación (como la entendemos en El Morenito INC). Entonces, si aún te preguntas para qué sirve la improvisación, acá te vamos a hablar de una de sus tantas utilidades: la improvisación ayuda a entender mejor al impostor y a construir modos para poner su aparición en favor tuyo.
Ya sabes: el síndrome ataca en los momentos menos esperados, flagela tu autoconfianza y no le bastan las cientos de razones que tienes para de-mostrarle que no tiene razón. Poco le sirve que te recuerdes (y le recuerdes) que has llegado hasta este punto por tus propias capacidades, que tu hoja de vida está llena de logros que habrían sido imposibles de lograr si no tuvieras tus habilidades bien instaladas y tus competencias suficientemente acreditadas. Nada: nada de eso le sirve.
Entonces ahora estás ahí, sintiendo el peso de la angustia, con un temor que se te esparce por todo el cuerpo y estirando al máximo el comienzo de tus labores. A esto último, que llaman procrastinar, te empiezas a acostumbrar como una forma de evadir tu momento de la verdad: lanzarte al vacío, intentarlo, comenzar la labor, desplegar tus alas, hacer lo tuyo.
Se acerca la fecha de entrega, y conforme dejas pasar el tiempo sin hacerte cargo, el síndrome crece más, ahora es un monstruo de voz temible que te sigue a todo lado. Vamos entonces a calmarnos y a respirar. Piensa que estás en una carrera ciclística: tienes todas las condiciones para abandonar el pelotón y lanzarte a la línea de meta. Pero hay un momento decisivo en que debes hacerlo; si lo dejas pasar, puede ser más complejo luego. También puedes imaginar que estás tocando en una banda de música (a veces las metáforas deportivas imponen un tono competitivo que no siempre es amable para entender todo esto).
Situémonos por fuera de esos contextos. Si no jugamos fútbol, podríamos sentir ansiedad al pensar en lo que puede sentir un jugador que recibe el balón en un momento comprometedor. Si no practicamos ciclismo, podríamos sentir zozobra al pensar en lo difícil que es soltarse del pelotón y pedalear como si no hubiera un mañana. Si no tocamos música, podríamos sentir preocupación al imaginar que el/la líder de la banda nos señala y nos pide un solo.
Aquí viene la clave: todo eso nos asusta (y mucho) cuando estamos por fuera de. Pero si estamos adentro, lo miramos diferente: lo experimentamos desde otro lugar. No se llega a líder de un equipo de ciclismo porque el tiquete salió en un paquete de papitas. Ni a la banda musical ni al equipo de fútbol. Amable paréntesis: si todo esto te suena raro, visita nuestra oferta formativa; allí hay pistas para asimilarlo mejor.
Estás adentro. Tan, pero taaaan, adentro, que ya estás en el cargo, en el proyecto, en el grupo. Y lo estás porque eres capaz. Siempre lo has sido.
Y ya lo sabemos: ahora mismo estás a full de preguntas: “Listo, muy bonito, pero entonces qué hago ya, ahora mismo, que estoy recibiendo la visita del impostor?”.
Simple: no nos gustan los métodos que proponen una lista de pasos, fuera de contexto, para asegurarte de que eres capaz de algo. Pero, para focalizar la atención, vamos a sugerirte algunas ideas, prácticas y concretas.
Primero: Percibe. Sí: escucha, mira, palpa detenidamente cada cosa que hay alrededor tuyo. Detente. No hay prisa. Mira la oficina donde estás: llegaste ahí por tu trabajo. Mira el documento compartido: ¿compartido con quiénes? Exacto, con gente llena de talento en el área de la empresa o proyecto en la que tú también estás. Son tus partners, tus compañeros de equipo. Son tan buenos como tú, y tú les complementas en áreas en las que puedes aportarles montones. Es por eso, recuérdalo siempre, que estás ahí. Aquí ya está en acción la improvisación.
Segundo: Acepta. Acepta que estás ahí, recordando los pasos que seguiste y las pruebas que superaste (perdón de nuevo por la metáfora competitiva, sabemos que no todo es una competencia, sabemos que nos entiendes). Y acepta, sobre todo, que el impostor es tu mecanismo de defensa, activado ante la amenaza de que puedas fallar. Así es: el impostor surge (también) porque quiere protegerte. Ve los retos como peligros, y te quiere llevar al cuarto de atrás, porque —a fin de cuentas— allí estás a salvo.
Tercero: Propón. Lánzate de una vez. El impostor se alimenta de tus pausas, cuando estas son pausas provocadas por el miedo. Saltar al Vacío es como lo llamamos. Respiras, observas, preparas, y te lanzas. Cuando estás en bloqueo (con el miedo circulando por todo el cuerpo) estás alejándote de la posibilidad de demostrarte (aunque es más bien ratificar) que eres capaz. Porque siempre lo has sido.
¿Vacíos? Sí, normal. Cosas por aprender tenemos todas las personas de este planeta. Pero es que si no comienzas ni siquiera vas a saber cuáles son las zonas de aprendizaje o las oportunidades de mejora. Es en la acción donde identificas los puntos que debes mejorar. Spoiler: solo las mentes pacatas sienten que no tienen nada para mejorar, así que ve, tranqui 🙇
En resumen: si practicas los principios de la Improvisación para la Vida (Percibir, Aceptar y Proponer) aumentas la confianza y disminuyes los espacios por los que crece el impostor. Pero, si ya el impostor te está visitando, Percibir, Aceptar y Proponer te entregan la dinámica para darle la mano al impostor, agradecerle sus servicios y programarle una visita corta para unos días más adelante. Le dices: “Sí, mira, ya sé que vienes a protegerme, te lo agradezco, pero tanto más me demore en la zona de protección más voy a estancar mi propio crecimiento. Y ahora, justo ahora, mi interés está en crecer. Te propongo que nos veamos el próximo martes, cuestión de cinco minutos, cuando ya haya entregado. Pero en este momento no me es útil tu visita”.