Para improvisar necesitas tener objetivos, eso es lo primero.
La Improvisación Para la Vida es algo realmente fácil. Cuenta con algunos principios, un montón de aplicaciones y hasta un Decálogo (+1). Sin embargo, todo comienza con los objetivos. Tener objetivos, metas, puntos de llegada, es el verdadero comienzo de la improvisación. Acá te contaremos por qué 👀
Ya hemos dicho lo que NO y lo que SÍ es improvisación. Incluso hemos mostrado algunas de sus derivas en procesos formativos, puestas en escena y la vida misma. Hemos dedicado buena parte de este blog a contarte cómo funciona la Improvisación Para la Vida y cuándo puede servirte.
Ahora es momento de revelar una verdad (*suena música dramática*). El comienzo de la improvisación es contar con un punto de llegada. Si no hay metas, propósitos, objetivos o indicadores, es decir, puntos de referencia hacia los cuales ir, tal vez la improvisación pierde buena parte de su potencial. Porque lo divertido, precisamente, es desafiar (y divertirse mucho) esos puntos de llegada con los principios, los conceptos y las aplicaciones de la Improvisación Para la Vida.
Las metas no tienen que ser algo traído de los cabellos, rollo “montar una empresa multinacional” o “ganar el Nobel de química”. Pueden ser tan sencillas como “hoy quiero descansar” o “quiero aprender a hornear pizza”.
Esto de los objetivos nos sirve particularmente para recordar que la improvisación no se trata de ir de asueto, por la libre, random, esperando que las cosas sucedan. Más bien es lo contrario: la Improvisación Para la Vida busca generar las condiciones para que las cosas sucedan, pero que uno se sienta en la actitud de estar de asueto, por la libre o, incluso, un poco random.
¿Cómo se logra? Fácil: es una suma de estar claros respecto a cuál punto ocupamos hoy, en qué contexto y situación estamos, y, al tiempo, ver el punto de llegada, la meta, el lugar de destino que uno tiene como referencia de sus acciones. E imaginarse que en medio de esos dos puntos (el punto en el que estamos hoy y el punto hacia el cual nos dirigimos) tenemos una historia por desarrollar. Y desarrollarla con narrativa de improvisación. O mejor: con la actitud de quienes improvisan, es decir, de quienes fluyen con la vida.
Las metas son muy curiosas. Todos los días de la vida recibes invitaciones que desechas: invitaciones, anuncios de nuevos contenidos en plataformas, lanzamientos musicales, notificaciones del teléfono, y un etcétera larguísimo. Muchas de esos intentos de llamar tu atención pasan de lado. No superan tu filtro, y sigues la vida como si nada.
Basta con que te propongas, digamos, retomar el gimnasio, o estudiar inglés. De inmediato, todas esas invitaciones, que antes estaban en el paisaje, ahora pasan a convertirse en posibles obstáculos para tu meta.
“Justo cuando decido empezar a estudiar inglés, mis amigos me invitaron a un paseo el fin de semana”; “Fue sino comenzar la dieta, y me piden hacer la torta de cumpleaños de Renato”. La percepción es bastante curiosa: organiza la realidad de forma tal que logra ponerte a dudar de vez en cuando.
En realidad, si te pidieron hacer la torta para Renato es porque llevas rato haciendo tortas. No es la primera. Pero como ahora estás en dieta, la invitación a hacer la torta te parece una tentación que te podría alejar de la meta: el médico fue muy enfático en que debes bajar los carbohidratos si quieres seguir jugando fútbol. Y es después de esa cita con el dietista cuando aparece la tentación: la torta de tu amigo Renato.
Ahora quieres retomar el inglés, pero justo el primer fin de semana de clases a tus amigos se les da por ir de paseo el fin de semana. En realidad, sabemos que tus amigos no pierden ocasión para irse de paseo. Llevas paseando con ellos desde el colegio, y seguramente seguirán paseando cuando terminen la universidad, trabajen y tengan vidas un poco más ocupadas que ahora. Así que tus amigos te han invitado a pasear desde que tienes recuerdos de ellos. Pero tu percepción se moldea alrededor de la meta: como ahora quieres estudiar inglés, esa invitación a pasear (que ha sido reiterada por tus amigos a lo largo de los siglos) aparece como un posible obstáculo.
Pero no lo es. De hecho, es buena idea tomar las invitaciones, las distracciones, y las alternativas que allá afuera en el mundo aparecen como la constatación de un hecho: la tentación de verlas como distractores significa que ahora estás en foco. Ahora entre tú y el mundo hay un punto de referencia, un lugar, un estado al cual llegar.
Es ahí donde la improvisación tiene las mejores herramientas para ofrecerte, porque es con los objetivos, las metas, los puntos de llegada, donde aparece la Improvisación Para la Vida, a entregarte un acopio grande de beneficios.
Porque si bien las invitaciones a pasear o preparar tortas de cumpleaños son amables, a veces las contingencias, los imprevistos o los problemas de última hora no lo son tanto. En cualquier caso, es clave conservar la calma y respirar. Confiar en la improvisación y dejarse llevar un poco por la situación, jugar con ella, divertirse.
Sí, divertirse: puedes ir con tus amigos, con la condición de que canten vallenatos en inglés, y puedes preparar secretamente una torta baja en carbohidratos. A veces los distractores no se oponen a las metas, basta con permitirse la actitud impro 😉
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