La improvisación como modelo de comunicación
Hemos sostenido que la improvisación es una forma de estar en el mundo. Ahora damos un paso más: la improvisación es una forma de interacción: un modelo de comunicación.
Cuando formulamos los cuatro pilares para mover el mundo (comunicación asertiva, gestión de la incertidumbre, pensamiento creativo y escucha activa) los propusimos como movilizadores del trabajo en equipo. De hecho fuimos más allá: dijimos que el trabajo en equipo, en últimas, era el asunto crucial en las organizaciones. Acá “organizaciones” se refiere a empresas, pero también a familias, grupos de amigos, comunidades de vecinos y, en general, todos aquellos espacios en los que los humanos nos encontramos para abogar por causas comunes. Eso nos hizo pensar que, entonces, la improvisación es una suma de conocimientos, habilidades y actitudes que favorecen la interacción humana. Hoy hablaremos de eso: la improvisación como modelo de comunicación.
¿Qué es un modelo?
Hay al menos dos ideas útiles para entender lo que es un modelo. La primera es entender los modelos como guías, como ejemplos, como puntos de referencia: como arquetipo. La segunda es entenderlo como esquema: es decir, como modelación de un fragmento de la realidad, o de un fenómeno, o de un proceso.
Usamos la primera cuando decimos “Esta familia es modelo de autonomía”. Ahí nos referimos a que esa familia dada comporta valores y prácticas asociados a la autonomía. Y que es, por tanto, un modelo a seguir. O sea: un arquetipo, un ejemplo, un punto de referencia cuando se trata de la autonomía. Por lo tanto, es como si estuviéramos afirmando, así por un ladito, que las familias que busquen ser autónomas podrían tomarla como algo digno de seguir, de imitar.
Usamos la segunda cuando empleamos bosquejos, cuadros, patrones para guiarnos en algo. Un mapa, por ejemplo, es un modelo. No es el territorio pero nos orienta en él. Encontramos entonces modelos de gestión, de costos, de planeación (tip rápido: recuerda que las listas son ya una forma de planear). Las alcaldías tienen modelos de atención y los emprendimientos diseñan modelos de negocio.
Los modelos entonces sirven en ambos sentidos: como arquetipos (ejemplos a seguir) y como esquemas (modelaciones de la realidad). Pero la realidad, desde luego, no se ajusta al modelo; funciona al contrario: los modelos que diseñamos los humanos buscan ajustar nuestras representaciones mentales a las realidades y los entornos que vivimos.
¿Qué es un modelo de comunicación?
Los modelos de comunicación aplican esa doble función de los modelos en general al caso puntual de la comunicación. Entonces modelan el proceso de interacción entre dos personas, entre las personas y las organizaciones, y entre organizaciones y organizaciones.
Es solo que, más allá del ámbito corporativo, estamos siempre envueltos en procesos de comunicación, es decir, en procesos de intercambio de significados. Y esto aplica desde hacer el mercado, hasta los complejos procedimientos protocolares de entendimiento entre países, pasando por todos los espectros de la vida humana.
En concreto, no solo se comunica con palabras (imágenes, sonidos y olores): se comunica también con actos. Incluso, el silencio comunica (entrega un mensaje a los interlocutores).
O sea que un modelo de comunicación es una forma de modelar la realidad comunicativa, y esa realidad del fenómeno comunicativo ocurre tanto con actos como con mensajes.
La improvisación como modelo de comunicación
Si seguimos esa doble naturaleza de los modelos (como arquetipos y como esquemas) vamos a tener que la improvisación le da a la comunicación un punto de referencia, un ideal, un arquetipo de cómo debería o cómo podría ser la comunicación. Y, a la vez, la dota de esquemas o patrones para fijarla y para entenderla. Pero como la comunicación misma no es estática, el ideal arquetípico y el esquema estarán en constante retroalimentación.
La improvisación como arquetipo de la comunicación
Así como dijimos “Esa familia es modelo de autonomía”, podemos decir que el ideal de la comunicación pasa por la improvisación. Y lo complementario: el ideal de la improvisación pasa por la comunicación. Esto se podría desarrollar de varias formas, pero para esta entrega vamos a hablar de los conocimientos, las habilidades y las actitudes (es decir, las competencias) vinculadas a la improvisación.
Empecemos por los conocimientos. El ejercicio consiste en pensar qué saberes son precisos para lograr que una comunicación ideal pase por la improvisación y que un ideal de la improvisación pase por la comunicación.
Sin duda, hay un concepto central en la improvisación que podría apalancar la comunicación: plataforma. Plataforma es la estructura ausente (a los ojos del público) que tienen presente (en sus mentes) las personas que improvisan en escena. Cuando una actriz, desde la improvisación, debe sacar adelante una historia que aún no está escrita, echa mano de plataformas. Una, por ejemplo, es la famosa de inicio/nudo/desenlace. Así, aunque no tenga más que el título de la historia y el nombre de su protagonista, ya sabe que habrá de plantear puntos en el relato. Esos puntos los entresaca de la plataforma.
Sigamos con las actitudes. La pregunta acá es: ¿cuáles son las disposiciones mentales que podrían favorecer, desde la improvisación, un proceso de comunicación?
También se nos ocurren varios elementos, pero vamos a destacar uno: la improactitud. En la escena, la actitud impro es aquella que favorece el ambiente de escucha y complicidad entre los que llevan adelante el show de improvisación. En la comunicación, la coyuntura, lo inesperado, la contingencia hacen parte del día a día. Esto nos pasa a diario: teníamos en mente decirle algo a alguien y, justo antes de hablar con esta persona, nos enteramos de que ahora está atravesando una situación difícil. ¿Deberíamos decirle lo que teníamos en mente? ¿Lo dejamos para después? ¿Lo decimos, pero ya de otra forma a la que habíamos planeado?
Spoiler publicitario: en el ámbito de las habilidades para la vida, esto se llama asertividad.
Vamos ahora con las habilidades ¿Qué habilidades de la improvisación pueden ser orientadoras de una buena comunicación? Igualmente, vienen muchas a nuestra memoria, pero el pensamiento creativo es una habilidad clave.
Una diferenciación clásica es que la comunicación no es únicamente transmitir información. Debido a que comunicar implica el intercambio, específicamente el intercambio de significados, sino hay interacción, retroalimentación, ida y vuelta, no se entiende que se haya logrado comunicar sino meramente informar.
Así, la creatividad, que no tiene por qué estar deslindada de la estrategia, es el componente clave para lograr: entrar en la vida del otro, ganar su interés y generar un proceso de intercambio en doble vía. En un ámbito de mayor incertidumbre (es decir, donde las personas tienen demasiadas opciones por delante) llegar a la vida de los demás es cada vez más difícil. Y aún más ganar el interés. Y aún más conectar sus intereses con los nuestros.
La improvisación como esquema de la comunicación
Si en la improvisación como arquetipo (ideal) vimos conocimientos, habilidades y actitudes, en la improvisación como esquema debemos apostar por un diagrama, un patrón, un croquis para pensar la comunicación.
De nuevo, se nos ocurren muchos recursos de la improvisación para esquematizar, diagramar o modelar la comunicación. Pero vamos a hablar de uno (que, a su vez, son tres): Aceptar, Percibir y Proponer. En el ámbito de la Improvisación para la Vida los entendemos como principios, pero si se miran como un proceso, proponen una secuencia interesante para asumir la comunicación.
En el Aceptar está el balance que hacemos de la situación. Antes de iniciar el proceso comunicativo, hay unas condiciones. Reconocerlas y tomarlas como insumos de la comunicación es clave. En el Percibir se encuentra el trabajo de diagnóstico y reconocimiento de la situación. Y en el Proponer se encuentra el mensaje que enviamos. Ningún mensaje, por eficaz que nos parezca, garantiza la atención de los demás; en otras palabras: todo mensaje enviado es siempre una propuesta.
Pero como la comunicación es un proceso, el asunto no termina en el acto o el mensaje enviados. El proceso apenas comienza. Cuando el otro nos entrega su retroalimentación (o su silencio), volvemos al Aceptar. Y vuelve a girar la rueda.
Definitivamente, este asunto da para largo. De momento, quisimos seguir la intuición: la improvisación es un modelo de comunicación. O, al menos, puede serlo, si aceptamos que actos y mensajes comunican (incluso su ausencia también dice cosas), y que un modelo es una guía (una Plataforma) para orientarse en la acción.
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