Pasa de la tensión a la atención:
la improvisación te enseña cómo
Empecemos con un ejercicio de memoria. Menciona ya mismo el nombre de tu amiga más estresada, esa que vive con cara de angustia, respiración acelerada y mirada nerviosa. No nos digas su nombre. Solo retén su rostro en tu mente. Ahora piensa en la amiga más chill. La que va siempre tranqui, como sin afán. No necesitamos su nombre. Queremos que tengas su rostro en tu mente. ¿Cuál es el típico gesto de cada una? ¿Lo puedes imitar? Y ahora pregúntate, ¿cómo crees que te recuerdan tus amis? ¿Cuál sería el gesto típico que tienes y que los demás guardan en sus recuerdos de ti?
Esta entrada no va de “personas que son estresadas vs personas que no lo son (y cinco tips para reducir el estrés)”. Esas clasificaciones no nos gustan. Nos gusta más pensar que una misma persona puede generar estados de tensión y estados de atención. Y, claro, pensar que todas las personas tenemos oportunidades geniales con la Improvisación Para la Vida, que es de lo que va este post. Y este blog. Y nuestra compañía, desde luego.
Podría ocurrir, por ejemplo, que hay temas que te estresan y temas que te relajan. Supongamos que amas cocinar y que odias los bolos. Si en los de la oficina te invitaran a cocinar algo para el jefe podrías sentir tedio y algo de expectativa; pero no tanto estrés por el hecho mismo de cocinar, sino por el “cocinar para quién”. Estamos suponiendo, además, que el jefe te cae mal. Pero es para ilustrar la situación. De plano, te gusta cocinar, pero ya cocinar para el jefe pudiera no ser tan chévere.
Cuando nuestros modos habituales de hacer las cosas se encuentran visitados por sorpresa por lo imprevisto, siempre es un gran momento para poner en práctica los principios de la improvisación. A veces, cuando nos ponemos un tris más audaces, lo llamamos saltar al vacío. Pero, cuando la exploramos en un ámbito corporativo, emerge la improvisación estratégica, asunto de lo que, incluso, diseñamos un curso.
Vamos al otro extremo. Odias los bolos. Pero averiguaste que la persona que te gusta ama desenfrenadamente jugar a los bolos. Acabas de invitarle y aceptó ir a bolos contigo, digamos que la noche del viernes, a las 7. Tal vez el estrés que te ha producido no acertar en tus tiros se transforma ahora en una esperanza. Tal vez te tensiones más. Pero tal vez, al terminar la tanda, se han reído tanto que has entrado en un estado de relajación.
Cuando algo que usualmente te molesta te empieza a no disgustar tanto, tal vez, sin querer, caminaste el camino del Aceptar, una de las grandes enseñanzas de la improvisación.
Pero llega esta pregunta: ¿Se puede ser la misma persona? (que empieza a sentir tensión por algo que usualmente le cae bien y que, al tiempo, empieza a disfrutar algo que antes le molestaba?) Sí. De hecho, si la comida que preparas para el jefe es en la tarde, y la cita de los bolos en la noche, ambas cosas podrían ocurrir en un mismo día.
Y a veces el lapso se reduce a horas. O minutos: pasas de un estado de ánimo a otro con cierta plasticidad. ¿Está mal? No creemos. Pero en lo que sí nos ayuda mucho la improvisación es en hacer conscientes esos tránsitos: cuándo estamos disfrutando los bolos y cuándo estamos tensos en la cocinada.
Así es. Un pasoncito por la etimología nos ayuda a entenderlo mejor. Vamos al diccionario de la RAE.
Tensión (Del lat. tensĭo, -ōnis). 1. f. Estado de un cuerpo sometido a la acción de fuerzas opuestas que lo atraen.
Atención (Del lat. attentio, -ōnis. Acción de atender. 2.
Atender (Del lat. attendĕre). 1. Acoger favorablemente, o satisfacer un deseo, ruego o mandato. 2. Esperar o aguardar.
Dicen que la etimología no falla (el que falla es uno, pero ese es otro tema, tal vez… solo tal vez).
¿Tenemos razones para los estados de tensión? Sí: no solo las tenemos, sino que las man-tenemos. Vivimos constantemente expuestos a una cantidad de estímulos que demandan nuestra atención. Pero, por pura fisiología, no podemos atenderlos todos. Así que toca descartar.
Dirás: “Vale, y en qué me puede ayudar, concretamente, la improvisación?
Contrario a lo que dicen los influenciadores de autoayuda en Instagram, asumir una actitud diferente frente a la vida no resuelve, por sí solo, los asuntos. Hay que entrar en acción.
¿Cómo? Primero, los principios: Percibir, Aceptar y Proponer.
Segundo, asumir que no hay error.
Tercero, permitirse la pausa.
Cuarto, saltar al vacío.
Quinto (aunque debería ser lo primero), sonreír.
Cuando te permites la improvisación en tu vida, esa tensión propia de estar sometido a fuerzas que se atraen (y se oponen) encuentra un sentido: tus objetivos. Tus prioridades. Y tu capacidad para gestionar la incertidumbre. Es decir: la improvisación, tal cual, que te permite hallar pistas para satisfacer un deseo o cumplir un mandato. Pero, sobre todo, divertirse en el camino.